lunes, 6 de octubre de 2014

Un trocito de cielo


Por la noche ella miraba hacia arriba y las estrellas y la luna se reflejaban en sus ojos. Tumbada en la hierba, alzaba las manos y acariciaba el cielo, soñando despierta con volar y poder abrazarlo.
Cuando lucía el sol, cerraba los ojos y disfrutaba de su calor, deseando estar más cerca de él; flotando en el cielo azul siendo acariciada por esponjosas nubes.
Quería tenerlo entre sus brazos y no soltarlo nunca; agarrarlo fuerte y no dejarlo marchar.

Hechizada por su encanto, ideó un plan para hacerlo suyo. Construyó una escalera de sonrisas que se elevaba por encima de las más altas montañas, subió por ellas y creó un lazo con sus miradas, arrancando un gran trozo de cielo y llevándoselo al suelo.

Ella estaba contenta porque ya tenía lo que más había deseado junto a ella, y podía abrazarlo y acariciarlo tanto como siempre había soñado. Pero esas caricias no eran lo que esperaba. El trocito de cielo estaba frío y había perdido su belleza.

Entonces, ella hizo algo que ya nunca hacía: se tumbó y miró hacia arriba. El cielo ya no brillaba con agujas de plata de noche ni era esponjoso y cálido de día. Miró alrededor y no vio sonrisas ni alegría; todo el mundo estaba apagado, como si faltara algo. No le hizo falta nada más para darse cuenta de lo que tenía que hacer. Cogió el trocito de cielo y subió por la escalera de sonrisas hasta el lugar donde, soltando el lazo de miradas, liberó su pequeña porción de felicidad; soltó lo que más había deseado durante toda su vida.

Al volver al suelo, notó que algo había cambiado; el cielo empezó a brillar como solía hacerlo y sus ojos reflejaban de nuevo la luz de las estrellas. Las personas volvían a sonreir y, pese a estar triste, comprendió que había hecho lo correcto. Comprendió que por mucho que desees algo, no puedes agarrarlo sin más. No puedes poseer algo que no está hecho sólo para ti.
Miró hacia arriba y el cielo le devolvió la mirada junto con una sonrisa que decía que siempre estaría a su lado.

Siempre habrá un trozo de cielo en cada persona que se detenga a contemplarlo.

“Las cosas del Cielo sólo son vistas por quien cierra los ojos y cree en ellas”

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