Por la noche ella
miraba hacia arriba y las estrellas y la luna se reflejaban en sus
ojos. Tumbada en la hierba, alzaba las manos y acariciaba el cielo,
soñando despierta con volar y poder abrazarlo.
Cuando lucía el
sol, cerraba los ojos y disfrutaba de su calor, deseando estar más
cerca de él; flotando en el cielo azul siendo acariciada por
esponjosas nubes.
Quería tenerlo
entre sus brazos y no soltarlo nunca; agarrarlo fuerte y no dejarlo
marchar.
Hechizada por su
encanto, ideó un plan para hacerlo suyo. Construyó una escalera de
sonrisas que se elevaba por encima de las más altas montañas, subió
por ellas y creó un lazo con sus miradas, arrancando un gran trozo
de cielo y llevándoselo al suelo.
Ella estaba contenta
porque ya tenía lo que más había deseado junto a ella, y podía
abrazarlo y acariciarlo tanto como siempre había soñado. Pero esas
caricias no eran lo que esperaba. El trocito de cielo estaba frío y
había perdido su belleza.
Entonces, ella hizo
algo que ya nunca hacía: se tumbó y miró hacia arriba. El cielo ya
no brillaba con agujas de plata de noche ni era esponjoso y cálido
de día. Miró alrededor y no vio sonrisas ni alegría; todo el mundo
estaba apagado, como si faltara algo. No le hizo falta nada más para
darse cuenta de lo que tenía que hacer. Cogió el trocito de cielo y
subió por la escalera de sonrisas hasta el lugar donde, soltando el
lazo de miradas, liberó su pequeña porción de felicidad; soltó lo
que más había deseado durante toda su vida.
Al volver al suelo,
notó que algo había cambiado; el cielo empezó a brillar como solía
hacerlo y sus ojos reflejaban de nuevo la luz de las estrellas. Las
personas volvían a sonreir y, pese a estar triste, comprendió que
había hecho lo correcto. Comprendió que por mucho que desees algo,
no puedes agarrarlo sin más. No puedes poseer algo que no está
hecho sólo para ti.
Miró hacia arriba y
el cielo le devolvió la mirada junto con una sonrisa que decía que
siempre estaría a su lado.
Siempre habrá un
trozo de cielo en cada persona que se detenga a contemplarlo.
“Las cosas del
Cielo sólo son vistas por quien cierra los ojos y cree en ellas”