Al despertar a la mañana siguiente no me costó mucho ubicarme; estaba en otra cama, en otro país y ante nosotros se desplegaba todo un abanico de nuevas experiencias, así que ¡alehop!, arriba, que pa luego es tarde.
Mami ya se había
levantado y me informó de que cuando duermo, me muero... Oye, bueno
es saberlo, así en vez de rezar por las noches, hago testamento.
Tras esta información, debatimos acerca del frío que habíamos
pasado esa noche. Por lo visto iba a ser un fresco día londinense.
Así que nos asomamos a la ventana para observar el panorama y,
además de ver una obra que nos tocó diana, observamos que la cosa
pintaba soleada y que el frío nocturno se debía a que, inteligentes
de nosotros, habíamos dejado la ventana abierta... ¡Bravo,
cerebritos! Eso es la falta de azúcar, así que una ducha y a
desayunar.
“Mmmm, English
breakfast”, pensaba mi estómago; “pues va a ser que no”,
respondió el hotel. Nuestro desayuno consistía en tostadas,
cafeses, zumos y cereales, así que agarramos lo que nos apetecía y
a llenar el buche. Por cierto, los plátanos de allí no saben a
plátano. - ¿Ya estás lleno? - No, pero vamos, que aquí no hay
mucho que rascar... Asi que nos pusimos en marcha, recorriendo
Hammersmith a la luz del día. Oye, pues es un sitio bastante cuco,
con sus trenes, sus obras y su gente que corre de un lado para otro
con sus prisas y sus desconjunciones indumentariosas. Se ve que los
espejos son caros o que a la gente le importa una puta mierda ir
vestida armoniosamente... En fin, cada loco con su tema y nosotros,
al metro dirección Picadilly Circus.
Y allí empezamos
nuestra sesión fotográfica de guiris, en la fuente de Picadilly con
las pantallas de fondo, y mira tú por dónde, que debajo de esas
pantallas había algo muy necesario para mi bienestar ocular: un
Boots, que es lo que habría salido si una farmacia, la perfumería
del corte inglés (como no) y una cafetería hubieran tenido una
noche loca y traído un retoño al mundo. Osea, que puedes comprar
condones, maquillaje, vitaminas, papel higiénico y echarte un
sandwich, todo en el mismo sitio. Inglaterra, ¡qué país! Tras
adquirir mi líquido lentillero, procedimos a pasear por Oxford
Street hacia Oxford Circus (bien les gustan los payasos a los
ingleses, todo lleno de circos) para buscar a mi churrita, Maite.
Tan ilusionados que
íbamos disfrutando del paseo y los pintorescos escenarios urbanos
(es decir, las aceras anchas como la espalda de un culturista), empezamos
a ver burbujas; - Estooo, ¿por qué hay un fulano haciendo pompitas
de jabón en medio de la calle? - Porque esto es Hamley's, la famosa
tienda de juguetes de 5 plantas... - ¡Pues mira qué bien! Nos hemos
ahorrado buscarla. - Joder, qué buenos somos, ¿no?
Entonces llegamos y
nos vimos de lejos, corrimos, reímos, lloramos, nos abrazamos... A
veces la distancia y el tiempo sólo sirven para calcular la
velocidad y dejar todo lo demás intacto.
Tras las pertinentes
presentaciones, nuestra peregrinación londinense guiada comenzó con
carcajadas y el alivio de Mai por poder practicar de nuevo el
castellano (¿Avocado? A bocados si que te voy a agredir como te
olvides de tu idioma...).
Como no, nuestro
paseo comenzó, sin querer queriendo, por la zona friki: Denmark
Street (My God, agárrenme que como entre, no salgo) y Forbidden
Planet, con sus dos plantas de merchandising (Chucky, serás mío
algún día), cómics, libros, pelis y todo el material del que
estamos hechos los nerds.
Mientras nos
poníamos al día de nuestras respectivas vidas, continuamos el paseo
por el Soho, Chinatown, Leicester Square (se lee “leister”... Los
ingleses comen cosas raras, como “ce's”) y el lugar de nacimiento
del primo de Willy Wonka: M&M World. - ¿Hueles eso? Es diabetes.
Pero oye, es un sitio genial para sacarte fotos absurdas con
pastillitas de chocolate gigantes.
Más tarde pasamos
por Trafalgar Square, con sus leones gigantes, sus personas
escaladoras (incluido yo) y sus estatuas vivientes de Yodas
demoníacos y flotantes; una gran perturbación en la Fuerza,
ciertamente. - ¡Mira eso que asoma entre los edificios! - Sí,
después vamos, ahora toca Buckingham; métanse el palo por el Ohio,
niños, que Vicky está en casa. Pues sí, debía estarlo, pero algo
más pasaba, porque este despliegue de pelochos con uniforme de gala
no era normal. Bueno, sin pretenderlo, disfrutamos de un desfile con
su banda y todo.
Para descansar de
tantas emociones, paseamos por St James' Park, todo lleno de patos,
ocas, animales plumíferos aún sin clasificar y ¡ARDILLAS! ¡Adoro
las ardillas! Son más cuquis que las chicas con gorrito de invierno
y gafas de pasta. Pero no paraban quietas las malditas, así que no
pudimos darles de comer; además estaba el detalle de que no teníamos
comida, que quieras que no, también influye en el interés de los
bichos por nosotros.
Ahora sí, llegamos
al lugar de los sueños de cualquier turista en Londres: el
Parlamento. - ¿El qué? - El Parlamento, ya sabes... - Mmm... ¿el
qué? - El Big Ben, cojones... - ¡Ahhh, así sí! Todo mono él, ahí
en su esquinita, esperando a ser resobado por cientos de cámaras,
con sus cabinas rojas puestas en la trayectoria de la foto. - ¿Y ese
edificio con esa cola enorme? - La Abadía de Westminster - Pues
tiene un selfie... - ¿Y eso verde que hay en la acera? - Es lo que
señala el norte, pequeña (no íbamos a ser sólo nosotros los que
aprendiéramos cosas, ¿verdad Churrita?).
Y con el London Eye
y los Ferraris que la gente pastosa exhibía por el puente
finalizamos esa parte del tour; más que nada porque ya hacía
hambre, así que, al tube y a zampar al Yate's una rica comida
inglesa, regada con caldos de la tierra, cerveza, vamos, acompañadas
de charlas, cotilleos estilo Gossip Girl y promesas (no volveré a
hacerlo, te lo jurito).
Reanudamos la marcha
encontrándonos a unos muchachos haciendo un espectáculo de Break
Dance en plena calle y ¿qué mejor manera de hacer la digestión que
ver cómo la gente se vira el buche? Por cierto, ¡cuánto le debe
esta gente a los capoeiristas! (fin de la reivindicación). - ¿Y
ahora? - ¡A Covent Garden! Eso sí, previo repaso por el Boots para
comprar otro líquido lentillero. Lo que es no leer, tú...
Tras un buen pateo,
arrivamos a Covent Garden... ¡Qué sitio más mono! Con sus
puestitos, su arte y sus precios caros. Ahí ya empezaba a refrescar;
es lo que tienen las 5 de la noche, así que nos refugiamos en un
Costa Café, que es donde los ingleses ingieren sus cafeinados
brebajes y donde dependientas andaluzas le montan un pollo a sus
compañeros cubanos para que no les tiren de la trenza en un andalú
perfeito. Y de camino, nos sacamos una foto con una guagua antigua de
dos pisos que un grupito había alquilado para algún sarao; si es
que tenemos el don de la oportunidad.
Como ya se hacía
tarde y Maite tenía que coger 64 líneas de metro y cuatro barcos
para llegar a su hogar, nos despedimos donde nos encontramos tras una
jornada maravillosa, con la seguridad de que en nada nos volveríamos
a ver en tierras canarias (y con un +1 muy especial). ¡Muchas
gracias, Churrita! ¡Te love you mil! Y ahora, Mami también, que
determinó que eres un cariño de niña.
Ahora sin manguitos,
decidimos meternos pa lo jondo, tropezándonos con la Disney Store
en cuyo escaparate había kilos de merchandising de Star Wars, que es
el equivalente a un imán para frikis, así que allí entramos. Y
entre Chewbaccas (Chubaca, no Chewaka, coño), Lukes feos y
Erredoses, vislumbramos una enmascarada y gigante figura roja y
azul... - ¡Aaaaah, Spiderman! - ¿Te saco una foto? - Obvioooo...
Después de observar
posibles regalitos y de comprobar el absurdo precio de algunos
artículos, proseguimos nuestra exploración, haciéndonos selfies
bajo marquesinas navideñas llenas de setas; sólo nos llevó unos
siete intentos hacer uno medio decente... Vamos mejorando. Ahora
había que pensar en cenar, así que nos encaminamos a un piano pub
que nos habían recomendado. Y dimos vueltas, y vueltas y vueltas... Y vueltas... Pero no dimos con él. Coño, para una cosa que
buscamos... Así que, en vista del éxito obtenido, de la hora y del
hambre que empezaba a apretar, tiramos al metro para cenar en nuestro
pueblo. Pero, hete aquí, que a alguien le pareció una buenísima
idea lanzarse a la vía de nuestra línea, haciendo que se cancelara.
- ¿Y ahora cómo volvemos? - Mapa - Pues cogemos esta hasta aquí
y luego empatamos con la otra y ya estamos. - ¡Mira qué bien!
Superbien, si la
línea que elegimos (la única que nos llevaba a nuestro destino, por
otra parte) no hubiera sido de estas que van a veces a un sitio y a
veces a otro. Adivina cuál cogimos nosotros; efectivamente, la que
iba al otro sitio, así que nos bajamos corriendo y esperamos el tren
correcto durante unos diez minutos, cansados y muertos de hambre. Yo
sólo veía pasar bocadillos con abrigo y bufanda.
Cuando ya pensábamos
que no llegaríamos para cenar (estos ingleses son muy de cerrarte el
chiringuito del papeo si llegas a determinadas horas no comestibles)
o hacer aguas menores (¡qué manera de mearme, oye!) apareció
nuestro tren, así que pudimos llegar justitos a un pub deportivo de
Hammersmith con unas hamburguesas muy apetecibles, aunque a esas
horas, hasta un cubo de plástico nos habría parecido comestible.
Ya sólo quedaba
pedir una interesante oferta de hamburguesa + papas + cerveza. Fácil,
¿no? ¡Las pelotas! (muy de bar deportivo). El camarero estaba en
prácticas y, para más inri, tenía acentazo de la zona así que, al
pedir la oferta nos pregunta qué hamburguesa va con la oferta. ¡Y
yo qué coño sé, tú eres el que trabaja aquí! ¡No toques los
huevos que todavía te comemos a ti, rubio! Claro que eso fue lo que
pensamos; al final aclaramos el tema y conseguimos nuestro condumio
que sabía a felicidad absoluta. Tan contentos estábamos que pudimos
ignorar a la ruidosa panda de mediquitos en prácticas que acababan
de salir de guardia o algo y la estaban liando parda.
Después de un breve paseo digestivo, llegamos al hotel a morir one more time; reventados pero felices como
perdices y, sobre todo, tranquilos, relajados y en paz. A descansar,
que mañana nos esperaba otro gran y largo día lleno de magia y
aventuras.
Buenas noches ZzZzZ
“Sólo por esta
noche no me iré, mentiré y tú me creerás; sólo esta noche veré
que todo es por mí”