miércoles, 21 de septiembre de 2011

Corazas y corazones

Desde nuestra más tierna infancia nos vamos cubriendo con capas, corazas, máscaras, armaduras, burbujas que pretenden protegernos de las influencias externas, todos esos males que nos acechan tras cada esquina, bajo la cama, dentro del armario... A veces lo consiguen y dejamos de temer todas esas cosas que nos quitan el sueño; otras veces, la mayoría en realidad, tienen otro efecto secundario: aislarnos de nosotros mismos. Empezamos a vivir por encima de todas esas envolturas que hemos creado sin tener contacto con nosotros mismos, con nuestro auténtico ser. Nos convertimos en zombies vagando sin rumbo, dejándonos llevar por la corriente del trabajo, la familia, las facturas, las relaciones, los miedos... Sí, intentamos huir de los miedos y acabamos sumergidos en ellos porque lo único que hemos logrado es escapar de nosotros mismos.

La forma de cambiar esto es sencilla, muy sencilla, pero dolorosa. Romper todas esas capas que hemos creado; excavar esa dura superficie hasta toparnos con nuestro verdadero ser; conocernos, aceptarnos, perdonarnos, amarnos, aprender a vivir con nuestro espíritu, escucharlo y entrar en armonía con él; limpiar todo lo que lo ensucia y dejar que brille y que esa luz guíe nuestros pasos hacia adelante, hacia arriba, para elevarnos y renacer cual ave fénix.
Normalmente, la mejor solución es la que más duele.

Poco a poco, pasito a pasito, voy renaciendo. Dejando atrás la pena, el llanto, el dolor, la rabia, el apego, el control...

"Si le quitas al hombre fuerte sus tragedias dejará de ser un hombre fuerte"